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sábado, 28 de marzo de 2015

LA PSICOLOGÍA EN EL TERRORISMO. PARTE II: PERSONALIDAD Y FACTORES

Siguiendo con la entrada anterior, llegamos al punto en el que podemos afirmar la existencia de personalidades más propensas al terrorismo. Se cita sobre esto dos teorías, la tésis de la personalidad autoritaria (Adorno, Frenkel-Brunsqick, Levinson, & Sanford, 1950) y la teoría del trastorno narcisista (Crayton, 1983; Post; 1998).

Sin embargo, tras analizarlas brevemente, la conclusión es que no existen pruebas suficientes para la elaboración de un perfil de personalidad especialmente propensa. Sí existen una serie de factores psicosociales que hay que tener muy presentes a la hora de comprender este tipo de terrorismo, pero nos encontramos con multitud de hipótesis sobre los mismos que no terminan de concretar si son factores que se dan previamente a la radicalización o a posteriori.

En cuanto a la religión, cabe distinguir en el análisis del autor sobre los fenómenos conductuales (Glenn, 1988), por un lado, las interpretaciones que los individuos dan sobre su conducta, y por otro, las contingencias o las estructuras funcionales que de hecho mantienen esas conductas. Existe un paso que se da desde la radicalización entendida como una condición a la radicalización ya propiamente entendida como proceso.

Tras cuarenta años de investigación, el consenso entre los investigadores es que la tendencia a psicologizar o patologizar las explicaciones de las conductas estadísticamente anormales (de la Corte, 2006) no tiene recorrido científico. Las investigaciones actuales apuntan a que hay que pasar a conceptualizar la radicalización más como un proceso que como una condición personal o psicológica (Borum, 2011).


BIBLIOGRAFÍA

•   JIMÉNEZ CUADROS, J. (2015). Radicalización, terrorismo y psicología: El radicalismo como ‘condición’. Rasgo Latente. Extraido en Marzo 2015. http://rasgolatente.es/radicalizacion-terrorismo-y-psicologia-el-radicalismo-como-condicion/


LA PSICOLOGÍA EN EL TERRORISMO. PARTE I: PSICOPATOLOGÍA

Uno de los temas más actuales hoy día es el del terrorismo islámico. Muchos nos hemos preguntado cómo es posible que existan personas que habiéndose educado en sociedades tan diferentes a la sociedad islámica son capaces de unirse la yihad y cometer todos aquellos asesinatos. Sabemos que en este contexto el extremismo religioso de medio oriente es un hecho que lleva muchos siglos presente, pero es preocupante conocer el hecho de que haya personas que como hemos mencionado, sin haber tenido en su vida relación alguna con todo aquello, puedan llegar a convertirse en fieles de este tipo de lo que sin duda es un terrorismo radical. Es sin duda una idea que nos cuesta asimilar.


Investigando a través de la red, ayer localizaba un colaborativo de Psicología científica, llamado Rasgo Latente, un proyecto coordinado entre otros por Juan Ramón Barrada, doctor en Psicología y profesor en la Universidad de Zaragoza. En su entrada del 26 de enero de este año, uno de los colaboradores, Javier Jiménez, comentaba el radicalismo entendido como condición.

Desde un punto de vista psicológico (Borum, 2011) es más interesante separar la radicalización (el desarrollo de ideologías y creencias extremistas) de las vías de acción (que pueden ser la participación en actos terroristas o no). Como dice el especialista alemán Ruud Koopmans[1], el radicalismo “no necesariamente incluye o justifica la violencia, puesto que esta última es un comportamiento y no una ideología”.


El artículo plantea una de las preguntas que introducíamos: ¿es el terrorismo una enfermedad mental? Entonces, cabe preguntarse una de las hipótesis que más se ha comentado sobre esta cuestión, y es el término de la psicopatía, que como sabemos, se trata de un trastorno antisocial de la personalidad. Sin embargo, el autor descarta este trastorno como motivo.



Evidentemente, no es imposible que algún psicópata se cuele en una organización terrorista. Pero, por posible, no deja de ser muy improbable. Como afirma el criminólogo Vicente Garrido, el psicópata es el sujeto egocéntrico por excelencia. Eso, aunque hace comprensible la hipótesis, supone problemas institucionales y organizativos casi insalvables para esta hipótesis psicopatológica: el egocentrismo extremo tiene un problema para el establecimiento de las relaciones sociales fiables, algo que es fundamental en las organizaciones terroristas.


También descarta otras teorías psicopatológicas que se han dado años atrás, como es el caso de la paranoia o las explicaciones biológicas. De hecho, haciendo referencia a diversos estudios que se realizaron a diferentes grupos terroristas[2], a día de hoy la mayoría de los psicólogos descartan gran parte de las hipótesis psicopatológicas.


BIBLIOGRAFÍA:

·         JIMÉNEZ CUADROS, J. (2015). Radicalización, terrorismo y psicología: El radicalismo como ‘condición’. Rasgo Latente. Extraído en Marzo 2015. http://rasgolatente.es/radicalizacion-terrorismo-y-psicologia-el-radicalismo-como-condicion/





[1] Ruud Koopmans (Uithoorn, 1961) es un profesor holandés de sociología en la Universidad Libre de Amsterdam. Él lleva a cabo investigaciones sobre los movimientos, la ciudadanía, la integración, la política europea sociale y sociología evolutiva.
[2] Veáse el caso del IRA (Heskin, 1980); de los grupos paramilitares unionistas (Taylor y Quayle, 1994; del Frente de Liberación Nacional de Argelia (Crenshaw, 1981); del Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia (Tölölyan, 2001); de diversos grupos terroristas italianos de extrema izquierda y extrema derecha (Ferracuty y Bruno, 1981); de terroristas yihadistas suicidas (Merari, 1998; Attran, 2003); o de militantes de Al Qaeda (Sageman, 2004).

viernes, 20 de marzo de 2015

Psicología del primate terrorista

¿Somos los humanos primates terroristas? La psicología del terrorismo es difícil de definir debido a que para lo que algunas comunidades o personas son psicópatas, para otros son mártires. Estas complejidades hacen que el análisis de lo que los homínidos humanos podemos llegar a ser o hacer a otras personas sea complejo. 
Por lo tanto, el psicólogo Tori DeAngelis, en una publicación para la American Psychology Association, declara que el debate sobre qué motiva a estos individuos es más a nivel teórico que científico. Aún así, existen algunas investigaciones que arrojan datos interesantes. 
Quizás uno de los mejores estudios ha sido el llevado a cabo por el psicólogo John Horgan, Director del Centro Internacional para el Estudio del Terrorismo, ubicado en Pensylvania. Durante años ha realizado decenas de entrevistas a terroristas para entender qué ideas habitan esos cerebros. Las conclusiones fueron que estas personas suelen sentirse frustradas, creen que ejercer violencia contra el Estado no es inmoral, confunden a sus víctimas como símbolos de la injusticia en nombre de la que matan y están convencidos de que, al contrario que otros, ellos actúan y no sólo hablan. 
Pero otras conclusiones conectan también con necesidades de los animales, especialmente algunos mamíferos y primates. Por ejemplo, los terroristas tienen amigos o familiares que apoyan su causa, lo que les proporciona un respaldo psicológico y una sensación de comunidad. Sin una tribu que te apoye por detrás es complicado ejercer tal crueldad. El sentimiento de culpa se instalaría en sus vidas para siempre. Para contrarrestarlo, estos grupos terroristas aseguran una identidad poderosa y una sensación de lealtad inquebrantable del grupo, algo fundamental para los humanos y otros primates.
Los antropólogos sabemos bien la importancia de los símbolos para las comunidades. Las banderas, ciertos libros, las vestimentas, estilo de vida, etc. son compartidos. Éstos generan cohesión, incluso entre individuos que nunca se han visto personalmente. Todos estos elementos son fundamentales a la hora de crear sensación de "tribu" y de identificarse unos a otros. Estos jóvenes terroristas, según el estudio de Hogan, están convencidos de que formar parte de un movimiento terrorista tiene recompensas, como sentir emoción y aventura, sentimiento de camaradería y un alto sentido de la identidad, ha descubierto Horgan. 
La victimización del colectivo, sea real o no, es otra de las claves para construir argumentos con los lanzarse al asesinato. De hecho, una estrategia mental a la que suelen recurrir los terroristas es la deshumanización del enemigo. Se trata de ver a las personas que no piensan como tú como si no fueran personas. Porque de no ser así, sería complicado ser capaces de derramar tanta sangre sin pestañear. Ya que a diferencia de los psicópatas puros, los terroristas sí son conscientes de las consecuencias de sus actos y probablemente jamás harían algo así a un compañero o compañera. Los terroristas no son individuos patológicos en un sentido clínico, piensan psiquiatras y psicólogos. 
Desafortunadamente, las ciencias aún no han encontrado solución ni respuestas claras para estas barbaridades. Entre las pocas propuestas planteadas se encuentran las elaboradas por el psicólogo Solomon Pyszczynki, quien está investigando medidas efectivas para la pacificación en el conflicto entre Israel y Palestina. Este investigador está interesado en saber cómo se puede cambiar la violencia contra los extranjeros. Los resultados señalan que aunque de manera limitada, funciona bien el fomentar asociaciones que persigan objetivos que nos involucran a todos los humanos como especie en conjunto: el hambre, la necesidad de energía o el cambio climático. Pero curiosamente, también recordar el número de muertos de ambos lados. Es decir, una vez más, la clave de nuestra supervivencia está en la alianza o gran coalición de los que no actuamos ni pensamos así en contra de los asesinos. 
Se trata de la clásica estrategia de crear un "enemigo" común, al que todos podamos combatir juntos sin tener en cuenta las diferencias. Pero, ¿cómo conseguir tal hazaña que una humanos de todo el mundo? Como respondió el primatólogo Frans de Waal a mi querido amigo Pablo Jáuregui, redactor jefe de Ciencia de EL MUNDO: "Quizás la única manera realmente eficaz de lograrlo sería si nos invadieran los extraterrestres. Frente a un enemigo común, ¡seguro que todos los humanos del planeta sí nos uniríamos!"
Texto publicado el 10/01/2015 en el periódico electrónico El Mundo
Autor: Pablo Herreros