Uno de los temas más actuales hoy día es el del terrorismo islámico. Muchos nos hemos preguntado cómo es posible que existan personas que habiéndose educado en sociedades tan diferentes a la sociedad islámica son capaces de unirse la yihad y cometer todos aquellos asesinatos. Sabemos que en este contexto el extremismo religioso de medio oriente es un hecho que lleva muchos siglos presente, pero es preocupante conocer el hecho de que haya personas que como hemos mencionado, sin haber tenido en su vida relación alguna con todo aquello, puedan llegar a convertirse en fieles de este tipo de lo que sin duda es un terrorismo radical. Es sin duda una idea que nos cuesta asimilar.
Investigando a través de la red, ayer localizaba un colaborativo de Psicología científica, llamado Rasgo Latente, un proyecto coordinado entre otros por Juan Ramón Barrada, doctor en Psicología y profesor en la Universidad de Zaragoza. En su entrada del 26 de enero de este año, uno de los colaboradores, Javier Jiménez, comentaba el radicalismo entendido como condición.
Desde un punto de vista psicológico (Borum, 2011) es más interesante separar la radicalización (el desarrollo de ideologías y creencias extremistas) de las vías de acción (que pueden ser la participación en actos terroristas o no). Como dice el especialista alemán Ruud Koopmans[1], el radicalismo “no necesariamente incluye o justifica la violencia, puesto que esta última es un comportamiento y no una ideología”.
El artículo plantea una de las preguntas que introducíamos: ¿es el terrorismo una enfermedad mental? Entonces, cabe preguntarse una de las hipótesis que más se ha comentado sobre esta cuestión, y es el término de la psicopatía, que como sabemos, se trata de un trastorno antisocial de la personalidad. Sin embargo, el autor descarta este trastorno como motivo.
Evidentemente, no es imposible que algún psicópata se cuele en una organización terrorista. Pero, por posible, no deja de ser muy improbable. Como afirma el criminólogo Vicente Garrido, el psicópata es el sujeto egocéntrico por excelencia. Eso, aunque hace comprensible la hipótesis, supone problemas institucionales y organizativos casi insalvables para esta hipótesis psicopatológica: el egocentrismo extremo tiene un problema para el establecimiento de las relaciones sociales fiables, algo que es fundamental en las organizaciones terroristas.
También descarta otras teorías psicopatológicas que se han dado años atrás, como es el caso de la paranoia o las explicaciones biológicas. De hecho, haciendo referencia a diversos estudios que se realizaron a diferentes grupos terroristas[2], a día de hoy la mayoría de los psicólogos descartan gran parte de las hipótesis psicopatológicas.
BIBLIOGRAFÍA:
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JIMÉNEZ CUADROS, J. (2015). Radicalización,
terrorismo y psicología: El radicalismo como ‘condición’. Rasgo Latente. Extraído en Marzo 2015. http://rasgolatente.es/radicalizacion-terrorismo-y-psicologia-el-radicalismo-como-condicion/
[1] Ruud Koopmans (Uithoorn, 1961) es un
profesor holandés de sociología en la Universidad Libre de Amsterdam. Él lleva
a cabo investigaciones sobre los movimientos, la ciudadanía, la integración, la
política europea sociale y sociología evolutiva.
[2] Veáse el caso del IRA (Heskin, 1980);
de los grupos paramilitares unionistas (Taylor y Quayle, 1994; del Frente de
Liberación Nacional de Argelia (Crenshaw, 1981); del Ejército Secreto Armenio
para la Liberación de Armenia (Tölölyan, 2001); de diversos grupos terroristas
italianos de extrema izquierda y extrema derecha (Ferracuty y Bruno, 1981); de
terroristas yihadistas suicidas (Merari, 1998; Attran, 2003); o de militantes
de Al Qaeda (Sageman, 2004).
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