Si bien es muy importante el trabajo de investigación, busca y captura de los delincuentes y criminales, es más necesario saber qué va a pasar después de que salgan. Considero que la finalidad del actual sistema penitenciario español, lejos de buscar la "reeducación y la reinserción social de los reclusos", como reza en la Constitución y en la Ley Orgánica General Penitenciaria 1/1979, se basa fundamentalmente en mantener el orden y disciplinas de los mismos dentro de la cárcel.
Investigado sobre el tema, encontré un estudio realizado el año pasado por E.M Calvo sobre el Impacto del encierro carcelario en los cuerpos y emociones de las mujeres presas en el que se plantea esta problemática. El estudio se hizo en la prisión de Nanclares de Oca (Álava, Comunidad Autónoma de Euskadi) y se basa en entrevistas a 49 mujeres presas, las cuales relatan principalmente abusos por falta de intimidad, la poca asistencia sanitaria y psicológica.
Se describe entonces al sistema penitenciario como
"(...) un sistema social alternativo, donde están muy acentuadas las relaciones de poder y las dinámicas de género. El asfixiante ambiente de la prisión, tanto en su vertiente arquitectónica como en su configuración social, es fuente primordial de padecimientos psicológicos y emocionales de las mujeres presas. La pena privativa de libertad, a pesar de que en sus fundamentos legales tiene como principal objetivo la resocialización de las personas presas, en la práctica está principalmente orientada a la guarda y custodia, tanto en lo que respecta a la organización general de la vida en prisión, como en la arquitectura de los centros penitenciarios y las políticas penitenciarias. El propio personal sanitario reconoce esta priorización de lo regimental sobre lo asistencial entre las carencias estructurales de los centros penitenciarios españoles (CAPRI, 2003). La vida en prisión se convierte en un sistema social alternativo con su propia cultura, sus normas y hábitos, y sus propias dinámicas de relación, tanto entre las personas presas y el funcionariado, como entre las personas presas constituyendo una «institución total»" (Goffman, 1998).
Dentro de este entorno agresivo y disfuncional, las presas han confesado haber padecido ataques de ansiedad, depresión y, en algunos casos, intentos de suicidio. Esto es “tratado” por el personal sanitario con la prescripción excesiva de fármacos, que la mayoría de las presas deciden no tomar ya que reconocen que:
“Aquí todo lo solucionan con pastillas. Los médicos. Bah, si estás nerviosa, una pastilla. Pero que no, yo lo que necesito es hablar, no necesito pastillas. ¿Prepotente? No soy prepotente. A mí me gusta que me escuchen.”
Esta realidad dificulta que se cumplan los objetivos fundamentales de la institución penitenciaria. Además de la poca colaboración que los/las internas dan a seguir el tratamiento para modificar su conducta, la masificación, la falta de medios, tiempo y preparación del personal psicológico, entre otros, imposibilitan que se dedique el tiempo suficiente a tareas terapéuticas y un excesivo gasto en fármacos desequilibran la balanza hacia una “opción rápida” que al final no sirve para nada.
Tal como dicen Esther García Usieto e Iñaki Markez Alonso en su Guía. Atención y tratamientos en prisión por el uso de drogas es necesario (2012), entre otras cosas, que las políticas penitenciarias se adapten a las necesidades y demandas de las internas, ya que es bastante notable que éstas son tratadas más como un objeto que como sujeto.
Aquí os dejo el estudio completo realizado en la prisión de Nanclares de Oca.
Os invito a que saquéis vuestras propias conclusiones.
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