Como habéis podido observar
al echar una ojeada por encima a este post, he hecho una entrada más larga de
las que normalmente suelo hacer. Mi motivo es simple. Muchas veces no nos
leemos los artículos enlazados, bien sea por falta de tiempo, por falta de
ganas o porque el comentario sobre la noticia original no nos ha llegado. Y
esta noticia me ha parecido lo suficiente importante como para intentar
evitarlo.
El artículo trata sobre los
hospitales psiquiátricos penitenciarios de Italia (aunque tras leerlo a mí me
ha transmitido la sensación que es una pequeña denuncia a los hospitales psiquiátricos
de todo el mundo), cuyo cierre es inminente debido a las condiciones no tan
buenas que tienen los enfermos. Por ejemplo, los enfermos más graves se
encuentran agrupados en 7 por habitación o una
mujer en una silla de ruedas atada a una columna (estos ejemplos los he
sacado de la noticia original).
Con la publicación este post no digo
de cerrar todos los centros
psiquiátricos, sino que, al igual que en el texto se expresa, los penitenciarios que aun sigan en pie
deberían parecerse más a un centro psiquiátrico que a una cárcel. Lo que quiero
decir es que una persona con esquizofrenia o personalidad múltiple no necesita
rejas, aislamiento y máxima seguridad tipo película de acción, necesita residir
en una buena institución con buenos profesionales y medios donde pueda ser
tratada.
*****
“He estado en una cárcel en Ecuador por tráfico de
cocaína. Por eso puedo hablar español", dice Antonio antes de abrir la
boca de par en par y soltar una escandalosa carcajada. Tiene la dentadura
totalmente picada, de color marrón. Repulsivo verla y que le confiere la
apariencia de un anciano, a pesar de que es un chico de unos 30 años,
grandullón y musculoso, con los brazos completamente tatuados. "También he
estado en la prisión de Milán, pero tiré el transformador de la
televisión a la cabeza de mi compañero de celda y me trajeron aquí",
añade antes de volverse a reír sonoramente.
Antonio es uno de los enfermos mentales internado en
Castiglione delle Stiviere, una localidad a unos 135 kilómetros al este de
Milán, en el norte de Italia, donde está uno de los seis hospitales
psiquiátricos penitenciarios que existen en el país y que quedaron
clausurados hace cinco días, el 31 de marzo. Italia ya no tendrá más
manicomios judiciales. Al menos en teoría.
El OPG de Castiglione delle Stiviere -con esas siglas
se conocen en Italia los hospitales psiquiátricos penitenciarios- se ubica en
medio del parque de Ghisiola, un hermoso paraje con prados y árboles, que está
a varios kilómetros del centro urbano del municipio y donde no va ningún
transporte público. Para llegar hasta allí, hay que ir necesariamente en coche.
El manicomio es el único de Italia que acoge a hombres y mujeres. En
total 225 personas con trastornos mentales, según estadísticas de esta semana.
"Aquí tenemos una mujer que mató a su hijo
metiéndolo en la lavadora, otra que asesinó a su madre, uno que intentó volar
su casa...". El director del centro, Andrea Pinotti, enumera con cierta
despreocupación, como si fuera lo más normal del mundo. Según detalla, el
70% de los pacientes del hospital han cometido un homicidio o lo han intentado.
Y el 30 % restante ha agredido gravemente a alguien, o ha provocado
desperfectos importantes. "Normalmente matan a un familiar cercano. Es
raro que arremetan contra alguien que no conocen", asegura.
"Hola
guapa, ¿qué te pasa por la testa?", pregunta otro enfermo mental así, en
español, y acercándose a pocos centímetros de esta periodista, mientras un
educador social del hospital me enseña las instalaciones y, un poco abrumado,
intenta disuadir con buenas palabras a los internos que molestan.
La 'ley Basaglia'
El hospital psiquiátrico de Castiglione delle Stiviere
se abrió en 1939 y ocupa una amplia superficie donde se levantan cuatro
edificios. Inicialmente acogía a todo tipo de personas con trastorno mental,
pero después se destinó sólo a aquéllas que han cometido un delito. Eso fue a
partir del año 1978, cuando se aprobó la Ley 180, también conocida como
"ley Basaglia", en alusión al psiquiatra italiano Franco Basaglia,
que promovió esta legislación y también un movimiento intelectual y político en
Italia que se oponía al internamiento de enfermos mentales en contra de
su voluntad.
Si una persona padece una enfermedad física, a
nadie se le pasa por la cabeza encerrarla y aislarla, sino proporcionarle
asistencia médica para curarla. ¿Entonces por qué hacerlo con aquéllas que
tienen un trastorno mental? Ése era el planteamiento de Basaglia, que llevó al
cierre gradual de los manicomios en Italia, con una excepción: los hospitales
psiquiátricos penitenciarios. Lo mismo ocurrió en España, pero más tarde, en
1986, cuando se aprobó la Ley General de Sanidad con la que se
inició una reforma psiquiátrica.
En 2011 una comisión del Parlamento italiano que
realizaba una investigación sobre la eficiencia del servicio sanitario nacional
hizo una visita sorpresa a uno de los manicomios judiciales del país, el de
Aversa, cerca de Nápoles. Y se encontró un panorama tremebundo:
enfermos mentales en condiciones higiénicas deplorables, algunos desnudos y
atados en camas con un agujero en el centro para que pudieran hacer sus
necesidades fisiológicas, personas totalmente cuerdas que continuaban
encerradas como si aún estuvieran locas de remate...
La comisión distribuyó a la prensa imágenes del
manicomio que causaron tal impacto social que se inició una campaña a favor del
cierre de los hospitales psiquiátricos penitenciarios, considerados "una
vergüenza nacional". Si los manicomios convencionales se habían
clausurado, ¿cómo era posible que continuaran abiertos los penitenciarios, si
allí están los enfermos mentales más graves, que son los que en teoría
necesitarían más atención sanitaria?
En 2012 se aprobó una ley en Italia que establecía el
cierre de los manicomios judiciales, y su sustitución por Residencias
de Ejecución de las Medidas de Seguridad (Rems). Es decir, centros que
no tengan celdas, ni vigilancia policial, que todo su personal sea sanitario, y
que cuenten con un máximo de 20 plazas. La aplicación de la ley se ha ido
aplazando durante tres años, hasta que el pasado 31 de marzo el Gobierno de
Matteo Renzi cogió el toro por las astas: desde esa fecha los hospitales
psiquiátricos penitenciarios deben empezar a cerrarse de forma gradual.
En Italia hay seis de esos centros, con un total de
unos 700 enfermos mentales. El de Castiglione delle Stiviere es en cierta
manera una excepción. Nunca ha tenido celdas, ni vigilancia policial. Sus
medidas de seguridad se limitan a rejas, un alto muro perimetral y cámaras de
vigilancia. Pero es el manicomio judicial donde se dan más casos de
evasión. "Se escapan tres o cuatro pacientes al año, pero siempre los
encontramos. Sólo en un par de ocasiones no los hemos localizado", comenta
el director, sin dar la mayor importancia a este asunto. De hecho, insiste, la
clave para evitar las fugas es tener una buena relación con los enfermos.
Los internos masculinos se distribuyen en tres
pabellones: los que acaban de ingresar en el hospital, los que padecen
trastorno de personalidad, y los psicóticos y esquizofrénicos. Cada pabellón a
su vez, se subdivide en tres secciones, según la gravedad del paciente. En
cambio, las mujeres están todas en un único edificio, separado de
la zona de los hombres por unas rejas.
En la visita
realizada por Crónica, se nos muestran sobre todo las instalaciones del
hospital destinadas a la rehabilitación de los enfermos y que están francamente
bien: hay diversos talleres, un gimnasio, un bar y una piscina.
En
cambio, esta periodista sólo pudo ver tres habitaciones de los pacientes -en la
de los enfermos masculinos más graves, había hasta siete camas en una única
estancia, separadas las unas de las otras por pocos centímetros de distancia-,
y el personal sanitario del hospital escogió las mujeres con trastorno mental a
las que pude entrevistar: Paula, de 47 años, y Stefania, de 32, ambas especialmente recuperadas.
En la zona de enfermas más graves, una muchacha teñida de rubio y
abundantemente maquillada caminaba de un lado para otro con la mirada fija en
el infinito, como si fuera una autómata.
Otra lloraba desconsoladamente en un pasillo, y una tercera estaba en
una silla de ruedas atada a una columna.
Tanto
Paula como Stefania hablaron maravillas sobre el manicomio de Castiglione delle
Stiviere, pero a la pregunta de si había algo que no les gustara, ambas
respondieron lo mismo: "Nos falta la
libertad". Paula lleva seis años en el centro. Stefania,
cuatro, y asegura que le quedan seis más.
El 31
de marzo el manicomio judicial de Castiglione delle Stiviere sustituyó el
cartel de su entrada que decía "OPG" por otro que pone
"Rems" . Así pasará de ser un hospital psiquiátrico penitenciario a
convertirse en uno de los nuevos centros alternativos que acogerán personas con trastorno
mental que han cometido un delito. "Tenemos que aumentar
nuestro personal sanitario, y subdividir a los pacientes en grupos de 20 para
ajustarnos a la nueva normativa", resuelve el director. Además el centro
deberá trasladar a 80 de sus pacientes a sus regiones de origen. "Eso será
lo más complicado", añade. Según confiesa, no tiene constancia de que
ningún otro Rems esté ya en funcionamiento.
Los
ministerios de Sanidad y Justicia financiaban los OPG. En cambio, los
Rems los sufragarán las administraciones regionales, que
lógicamente sólo estarán dispuestas a asumir el coste de los pacientes que
pertenezcan a la región.
Giampiero
Di Leo, presidente de la Federación de Comunidades Terapéuticas y Psiquiátricas
del centro de Italia, también asegura que todavía no existe ni un solo Rems en
la región del Lacio, cuya capital es Roma. "Ahora están haciendo el
concurso para la contratación del personal. ¡Ahora!", explica poniéndose
las manos en la cabeza, sin entender el gran retraso, a pesar de que desde
el 31 de marzo los manicomios judiciales debían quedar clausurados.
Michele
Miravalle, abogado de la asociación Antigone -una de las 40 entidades que han
impulsado la campaña a favor del cierre de los hospitales psiquiátricos
penitenciarios-, reconoce que de momento nada ha cambiado. Esos centros
continúan abiertos. Aún así, hace una valoración positiva porque, destaca, la
ley ya ha empezado a aplicarse oficialmente
y ya no tiene marcha atrás: los manicomios judiciales no podrán admitir a
nuevos pacientes, y deberán cerrarse de forma gradual a medida que sus enfermos
sean transferidos a otros centros, dejados en libertad o fallezcan. Algo a lo
que aún no ha llegado España. En nuestro país hay dos
hospitales psiquiátricos penitenciarios, uno en Alicante y otro
en Sevilla.
Sin embargo, aún quedan
dos incógnitas. ¿Dónde irán a parar ahora los nuevos enfermos mentales que
cometan un delito si los centros alternativos aún no están operativos? ¿Y dónde
se construirán esos centros? La mayoría de municipios italianos no están
dispuestos a acogerlos y algunos políticos tampoco ayudan para que así lo
hagan. Matteo Salvini, líder de la formación de
derechas Liga Norte, escribía esta semana en su Facebook:
"Cierran los hospitales psiquiátricos penitenciarios. Estamos hablando de
que 700 locos peligrosos, internados por homicidio, violencia sexual y
agresiones de todo tipo, serán trasladados a nuevas estructuras o dejados en libertad.
¿Quién piensa en las víctimas? Cerrar esos centros es una locura".Referencias
BERNABÉ, M. (5 de 4 de
2015). El último manicomio. Recuperado el 12 de 4 de 2015, de
http://www.elmundo.es/cronica/2015/04/05/551e814c22601dc6478b4578.html
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