Cuántas
veces hemos pensado, mientras vemos por la televisión noticias acerca de la
búsqueda de algún delincuente, algo como: “¿y esta información no le viene bien
al sospechoso para volverse aún más escurridizo?”. Y cuántas veces hemos dicho
aquello de “Si continúan explicando cómo funciona ese sistema de seguridad, ¿no
harán que los futuros delincuentes sepan mejor cómo eludirlo?”. Pues bien, la
realidad es que esto ocurre.
Ciertamente,
la policía, los jueces y los medios de comunicación ven irremediablemente
confrontados sus cometidos cuando, ante una investigación de los primeros, los
segundos exigen el mayor secreto posible mientras que los terceros acogerán de
buen grado toda información que puedan divulgar entre sus lectores y
espectadores. De esto se deriva una realidad problemática cada vez que los
cuerpos de seguridad han de abordar la búsqueda y captura de cualquier presunto
criminal, ya que los delincuentes, mientras campan líberos y son objeto de
búsqueda, siguen los medios de comunicación para mantenerse al corriente no
sólo del estado de la operación contra ellos emprendida, sino también de las
medidas que la policía suele adoptar y poner en práctica para concluirla con
éxito. En muchos casos, esto les permite resguardarse de las autoridades
durante más tiempo y con mayor eficacia.
En la
noticia que presentamos a continuación, cuyo contenido original puede consultar
el lector a través del enlace referido al final de la misma, y que ha sido extraída
del diario El País, esta realidad es puesta de manifiesto contando, además, con
testimonios de personas directamente implicadas que dan una idea de la
dimensión del problema
¿Dónde están los límites entre el derecho a la
información y la eficacia policial? No dudes en opinar con un comentario en
esta entrada.
* * *
Hay delitos menores, delitos mayores y delitos que generan
alarma social, circunstancia esta última que multiplica hasta límites
insospechados el trabajo policial. Es el ejemplo de los casos de “interés
general”, cuando la pausa necesaria para una rigurosa investigación policial se
contradice con las necesidades informativas de los medios y la presión de las
autoridades para satisfacer esa demanda (y a veces sus intereses políticos). El
policía se encuentra ante la obligación de informar al juez, ante el acoso
periodístico que se ampara en una demanda ciudadana y ante la exigencia del
cargo de dar respuestas en tiempo real. ¿Hay una política informativa diseñada
para casos así? ¿Un protocolo de actuación? La respuesta es muy sencilla. No.
Sobrellevar una investigación policial y, al mismo tiempo,
una estrategia informativa es una de las peores pesadillas del policía. El juez
exige secreto; el periodista, información, y el político, progresos. Fuera de
los despachos, en la calle, camina un delincuente, sigue actuando o simplemente
está atento a la prensa para saber si le quedan huellas por borrar. Leen la
prensa y ven la televisión.
“A mí, algunas investigaciones me las ha echado por tierra
el delegado del Gobierno de turno que ha terminado ofreciendo detalles útiles
para los delincuentes”. Esta severa acusación la profiere un experimentado
policía con años a sus espaldas en la lucha antiterrorista y el narcotráfico.
“Lo peor para cualquier policía es la presión de los mandos políticos. ¿Quién
le niega a los jefes un dato?”. La respuesta es sencilla. Nadie.
El caso del pederasta de Ciudad Lineal en Madrid representa
uno de estos ejemplos. Como antes lo fue el de la niña Asunta, en Galicia. Por
cierto, el juez que lo instruye acaba de publicar una novela sobre una
situación muy parecida. ¿Casualidad? Es su segundo libro: dos casos mediáticos,
dos libros. Otra eventualidad que afecta a la investigación: cuando al juez le
gustan las cámaras.
En el caso del pederasta de Ciudad Lineal, la policía se
encuentra ante un delincuente atrevido y peligroso. Actúa al aire libre, bajo
el anonimato de una gran ciudad. Sus víctimas son menores. El eslabón más débil
de la cadena. Es el caso paradigmático que origina gran alarma, máxime si las
autoridades lo declaran “enemigo público número uno”, condición innecesaria a
efectos policiales. ¿Mejora esa declaración la investigación policial? La
respuesta es igualmente sencilla. No.
Se divulgaron pormenores sobre búsqueda de imágenes en
cámaras de seguridad de bancos y establecimientos, supuestos detalles de un
retrato robot, especulaciones sobre el uso de diferentes vehículos. “A veces,
los periodistas no se dan cuenta de que ciertas informaciones ofrecen datos
útiles para los delincuentes. Les estamos enseñando a no cometer errores”,
apunta un comisario. En una investigación compleja, donde el secreto tiene vías
de agua, algunos se atreven a dar pistas falsas para que el delincuente cometa
errores, piense que la policía va por un camino equivocado o reciba cierta
información. En el caso del pederasta de Ciudad Lineal, la policía hizo especial
hincapié en que las dosis de Orfidal que recibían algunas de las víctimas, a
las que adormecía, podían ser letales: la intención de esta información era que
el criminal lo tuviera en cuenta: “Teníamos miedo de que matara a su próxima
víctima”, reconoce uno de los mandos del caso.
“No hay protocolos”, sostiene un antiguo jefe de prensa
policial. “No tenemos una hoja de ruta. En estas situaciones, los políticos nos
llevan ventaja: saben manejar mejor la relación con la prensa, las entrevistas
off the record, las reuniones confidenciales con periodistas”. De todo eso hubo
en el caso de Ciudad Lineal, que llegó a su colofón con una conferencia de
prensa en directo, dirigida por el ministro del Interior, acompañado de altos
cargos nacionales y locales. El enemigo público número uno había sido detenido.
La alarma social ha desaparecido. Las cámaras se van
retirando. Ese enemigo público es ahora un presunto culpable. Para la policía y
el juez prosigue la fase de instrucción. Para las autoridades políticas es un
caso cerrado.
* * *
Fuente: El País (elpais.com)
Enlace al contenido original: http://elpais.com/elpais/2014/10/20/eps/1413801619_215302.html
Hola José Ángel,
ResponderEliminarPara comentar esta entrada, antes me gustaría ponerla en relación con la entrada de Cristina Corredera Pardo: "¿Eres un psicópata? Tu estado de Facebook te delata".
Ambas hablan de medios de comunicación (hablando en términos muy generales, es decir, todo tipo). Es cierto que los medios que nos informan de hechos de tipo delincuencia, asesinato, etc. y que aparecen en lo medios informativos, son de gran ayuda para quienes los han cometido, como bien has dicho antes.
Pero por otro lado opino que no siempre salen beneficiados, pues muchas veces por comentar las fuentes o añadir algo a ellas, se delatan a ellos mismos, aunque son menos las posibilidades.
No se si me explico, pondré un ejemplo. Si por ejemplo un delincuente ve su caso en la televisión o prensa, es posible que siempre se mantenga muy alerta y siempre quiera conocer más información que pueda resultarle útil. Pero el simple hecho de que cada vez esté más interesado, podría hacer que otras personas se dieran cuenta y comenzaran a sospechar de él (quizás no solo como culpable, sino como cómplice también).
Esto es simplemente opinión propia.
Gracias por la entrada, ha sido de gran interés.
Hola José Ángel,
ResponderEliminarCoincido con Marta al 100%. Los medios de comunicación (también hablando en términos muy generales) puede servirle al delincuente como medio para ver que tanto saben las autoridades y la gente pero puede ser fatal para ellos, sobretodo si son digamos un poco torpes. A lo que me refiero es que delincuentes menores, del tipo robos de bolso o de casa, se les ha pillado por subir fotos a facebook con el botín (prometo que hablo de casos reales). Aunque como he dicho antes son casos de novatos y torpes, además de minoritarios.
Sin ninguna duda, tal y como comentáis, los medios de comunicación pueden facilitar y mucho los delitos. En definitiva, los medios de los que puede disponer la gente (no solo medios de comunicación, sino cualquier cosa) se podrán utilizar para unos fines u otros dependiendo de cómo se utilicen. Un claro ejemplo es internet, una herramienta capaz de emplearse para grandes fines... y grandes barbaridades.
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